lunes, 8 de noviembre de 2010

Nuevo blog (y el definitivo)

http://cuadernavios.wordpress.com/

Aquí os dejo el enlace a mi nuevo (y ya definitivo) blog. Después de una incesante búsqueda, creo haberme encontrado.

martes, 15 de junio de 2010

Zarpamos (otra vez)




Los proyectos pueden crecer o menguar, y sólo uno mismo puede hacer de ellos algo grande. Así que me puse manos a la obra y he de reconocer que éste ha conseguido acabar con la paciencia que no tengo. He dado golpes a mesas, puertas, etc. Pero ya está. La mudanza ha sido dura, pesada y me ha llevado más tiempo del estimado. Espero no haber perdido ningún mueble por el camino.

Todo esto me ha hecho regresar a antiguas entradas y me ha hecho darme cuenta de que el estilo ha crecido. Los primeros textos me parecen ahora bastante lejanos y ajenos a mí. También tengo que reconocer que algunas entradas han estado a punto de desaparecer, ya que me parecían completamente fuera de lugar. Al final he decidido dejarlo todo tal cual estaba, porque todo forma parte de un proceso de crecimiento. No sé si mío, del blog o de quién, pero tengo claro que forma parte de un proceso de crecimiento.

El caso es que espero que el estilo siga creciendo. Tranquilos, cuando llegue al nivel de Quevedo, pararé (je).

Para vosotros no cambia nada, sólo la forma. El fondo sigue siendo el de siempre -perfecto en su cadencia, por cierto. Pero el mío, al fin y al cabo, y quizá el vuestro también.

Pues lo dicho, que zarpamos desde otro puerto (espero que el definitivo) mucho mejor organizado, aunque un poco más complicado.

miércoles, 9 de junio de 2010

Un año más, un año menos



(Es una forma cuanto menos profesional de coger la cámara)


La adolescencia, como potro recién nacido que quiere levantarse y aún no puede, me hizo caminar trastabillante sobre el asfalto. Pasaban los días, meses, años y yo no lograba encontrar el verdadero sentido de la vida. Metáfora de metáforas. Cada año de más era un año de menos. Cada libro leído pesaba en el pecho y me hacía comprender lo incomprensible que podía llegar a ser el mundo. Cada palabra atinada era compensada con cuatro desatinadas.

Intenté, sin conseguirlo, ser la más adulta en un mundo plagado de niños. La más niña en un mundo a rebosar de adultos. Anduve siempre entre Peter Pan y el Capitán Garfio. Entre la mirada limpia de una niña que sueña con lo que no posee, y la estremecedora carcajada de alguien que ha estado en todos los frentes y ha vuelto maltrecho pero invicto. Supongo que la madurez la adquirí a base de golpes. Pero esos golpes me hicieron, en mayor o menor medida, más fuerte y creo que puedo sentirme orgullosa de ello.

Pasé, en escasas décimas de segundo, del sueño más bello y necesario a la frustración más absoluta. Me hundí tropecientas mil veces y salí a flote otras muchas. Llegué a la precipitada conclusión de que la vida, al fin y al cabo, no es más que un puñado de fracasos, obligaciones incumplidas, algún triunfo y muchos desengaños. La vida es riesgo.

Fui una orgullosa que instaló su ego en el mundo sin darse apenas cuenta. Nunca dejé que nadie me pisara y reconozco que fui muy dura en mis juicios. Pero también fui buena con los que se lo merecían (o eso creía).

Me debatía constantemente entre el puro nervio y la más solemne de las serenidades. He de reconocer también que fui poco tolerante con las cosas que me rodeaban y que había pocas que me hicieran sentir realmente bien. Fui una nostálgica en el sentido más doloroso del término y melancólica hasta agotarme.

Recuerdo que miraba a los ancianos desde la admiración más profunda. Me fascinaba el simple hecho de que alguien fuera capaz de sostener tantos amaneceres con la mirada. Los consideraba la fuente de sabiduría que la sociedad necesitaba escuchar y, sin embargo, ignoraba. Recuerdo que imaginaba que cada arruga escondía millones de historias, de experiencias, de batallas perdidas y guerras ganadas. Que su encorvada espalda era un gran ejemplo del peso que supone la vida. Metáfora de metáforas.

Puse el mundo en cada parpadeo, en cada paso y en cada línea. Aprendí que con una sonrisa se podía llenar el mundo. O con el mundo las sonrisas. Aprendí que no servía de nada llorar o arrepentirse. Que era difícil soportar la carga producida por los remordimientos.

Todo esto lo aprendí casi al final, para lo cual todavía queda mucho. O eso creo.

lunes, 7 de junio de 2010

Sin principios ni final



(Imagen de Santi tomada por los Pirineos o por ahí. Ya sabes que tomaría un café contigo, pero es que no me gusta el café)



Hoy en día, cualquiera puede tener tatuada la cara interna del muslo derecho. Por eso, muchos escritores parecen amargados. Porque la quintaesencia no se busca,sino que te encuentra. Aunque las revistas y programas del corazón no vayan dirigidos a los médicos. Ya se puede enfundar uno una camiseta azul e ir a un partido de baloncesto para intentar aprender que los días se reducen a una competición constante. Batir tus propias marcas. Romper los límites que te ponga el cuerpo. Aunque para ello haga falta retar a Jimi Hendrix a un duelo de guitarras. Porque los sueños son carpetas de colores tristes. Pon las barbas de tu vecino a remojar cuando te vayas a cortar las tuyas y así ahorras tiempo y puede que incluso te hagan un dos por uno en la barbería. O en la carnicería. Los verbos no describen los estados de ánimo de los adjetivos. Yo prefiero los posesivos. Aunque se necesite desesperadamente una acción determinante. El desodorante es, sin duda alguna, la base de la pirámide alimenticia. Por eso nos levantamos sedientos. Sed de sangre, lo llaman. Lo llamamos. Porque el tortazo te lo das cuando viertes ácido clorhídrico en una bañera dorada. El estilo no se busca, te encuentra. Y si no lo hace es porque no prestas atención cuando ves una película de terror. Hay algunos a los que nos gusta la ruleta rusa. Porque tener un revólver a mano puede salvarte la vida si intentas suicidarte. Porque el aire se escapa a borbotones, al igual que el aliento. Me parece patética la actuación de algunos. Aunque sería grosero por mi parte admitir que las cerezas pueden ser rojas o moradas. Según se mire. Porque un náufrago no está solo en una isla desierta. Robinson Crusoe estaría orgulloso. Por eso en una magdalena cabe una vida entera. Aunque sería más sencillo si cerráramos los párpados. Porque aquí o jugamos todos o rompemos la baraja.

jueves, 3 de junio de 2010

Imaginar con la razón (y viceversa)




Me gusta pensar que estoy donde quiero estar, aunque sea en un lugar en el que apenas queda espacio para mantenerse erguido. Aunque sea en el sitio equivocado. Estoy, finalmente (y si final) donde me han llevado mis párpados, mis pasos, mis estupideces, mis lágrimas, mis incongruencias.

He elegido una de las noches más frías para desplazarme al dolor, a un laberinto de silencios persistentes. Estoy aquí y no me importa si la noche es fría o si veo que las dificultades son enormes.

No me importa si el dolor ha penetrado en mi pecho y está carcomiendo mis entrañas. No me importa porque estoy aprendiendo a vivir con ello, aunque me derrumbe cien millones de veces cada día en todos los confines de este jardín que rebosa estrellas y rosas a partes tiernamente desiguales.

Recordemos siempre que la lluvia moja pero no limpia. Más bien embarra.

(De fondo sonaba un bello tango)

miércoles, 2 de junio de 2010

Galerías




De las cuatro galerías del alma se extrae el hálito que supuran las heridas. En las seis galerías de la razón se vierten los impulsos, veloces como un potro incandescente rodeado de amaneceres.

Entre rosas y sangre se debate el último retazo de coherencia que se exprime de la más alta torre que conduce hacia el abismo. Los rascacielos son el último lugar al que ascendemos, una vez se han recorrido los insaciables laberintos de la memoria.

El eco es necesario cuando comenzamos a sentir la soledad del que se siente solo y extraño en un mundo repleto de severidades e incertidumbres. Cuando ese eco es únicamente interno, se prefiere la muerte en vida. O la vida en muerte.

De castillos están hechos nuestros sueños (¿o acaso nuestro sueños hacen castillos?), tan inevitablemente aterradores como calmantes, tan sutilmente cargados de incomprensión.

Prestas vuelan las aves entre praderas de nubes, que acompañan al océano y a los charcos cuando en éstos se ve reflejado el cielo.

Nada de esto importa: todos sabemos que la víspera de ayer es pasado mañana. Todos sabemos que la tierra es el cielo disfrazado de tierna galería. Una vez más, nos las damos de listos.Así nos va.

lunes, 31 de mayo de 2010

Interrogantes.Volumen V




¿Dónde se fueron las viejas promesas aún incumplidas? ¿Por qué esquivar a alguien cuando te hace daño? ¿Y si la vida se redujera a un pastel de lima aderezado con pentotal sódico? ¿Me saldrá bien la estrategia? ¿Por qué la saliva de los demás es más sabrosa que la propia? ¿Para qué contar los kilómetros recorridos? ¿Para qué el sexo con amor? ¿Y si la felicidad es una utopía? ¿Y si toda experiencia me resulta superflua? ¿Y si no me gusta que me busquen entre la muchedumbre? ¿Y si este mundo me parece decadente? ¿Afán de superación? ¿Qué pasa si le fallo a alguien? ¿Qué diferencias hay entre un zurdo y un diestro, aparte de las evidentes? ¿Por qué esta necesidad de preguntarse por todo? ¿Por qué a mí y no a otro con muchos menos defectos? ¿Por qué rojo y no azul celeste? ¿Por qué no felicitarnos por cada día cumplido sobre este sucio suelo? ¿Por qué las nubes están, a medida que avanza el tiempo, más cercanas? ¿Para qué un final trágico? ¿Dónde colocaremos ese "y vivieron felices y comieron...buitres leonados"? ¿Al principio de una película de terror? ¿Al final del Show de Truman? ¿A qué distancia están las palabras que no escribimos? ¿El calor tiñe las sábanas? ¿Por qué un tango y no un reggae? ¿Es perceptible el umbral que separa la realidad de la ficción? ¿Cuándo encontraré el poema perfecto? ¿Lo habré encontrado ya? ¿Cómo se verá la vida desde otro cuerpo? ¿Dónde se compra el talento? ¿Para qué perseguir al amor? ¿Será verdad eso de que la página en blanco produce verdadera angustia? ¿Las despedidas son tan tristes como las pintamos? ¿Son necesarias? ¿Escupimos? ¿Dudaré eternamente entre la izquierda y la derecha? ¿Seré de lágrima fácil? ¿Y si la vida es algo que hay que morder? ¿Por qué una Harley y no un purasangre? ¿Qué ocurre cuando intentamos escribir con la mano con la que no estamos acostumbrados? ¿Habrá una lección psicológica detrás de eso? ¿Estás seguro de lo que sientes? ¿No prefieres callar? ¿El silencio hace que los necios parezcan sabios durante un segundo? ¿Me callo? ¿Continúo? ¿Despierto y decido?

domingo, 30 de mayo de 2010

Duelos (¿o duetos?) con la oscuridad. Volumen III

(Antes de nada, he de decir que duermo con la persiana abierta. Si no, no tiene sentido)

Recostada en penumbra, las sombras menguan; cambian de sentido, de dirección y, si me despisto, de lugar. Cierro los ojos aterrorizada y me refugio entre las sábanas, aún frías. No consigo tranquilizarme. Saco la cabeza de entre las sábanas y vuelvo a abrir los ojos, pero siguen ahí. Busco ahora refugio en el reproductor de música. Me levanto de forma súbita de la cama, trato de dirigir mi mirada únicamente al lugar en el que se encuentran los CD´s (tristemente extinguidos) y escojo uno casi al azar: sólo quiero tranquilizarme. Regreso a la cama con la espalda vencida por las derrotas del día, levanto sábanas y edredón y vuelvo a introducirme en ella. Suspiro profundamente. Coloco el reproductor sobre mi vientre y, a medida que la voz y las notas avanzan, noto cómo el CD va dando vueltas acompasado. Podría haber elegido la comodidad del MP4 y haber dejado que el azar del modo aleatorio me deleitase. Pero no. Las sombras, por ahora, han desaparecido y la música entra y sale de mi cabeza como el que dobla la esquina de la calle en la que hay una reyerta. Las catorce canciones tocan su fin. Vuelta a lo mismo. No puedo más. Enciendo la luz con el miedo penetrando en el pecho y elijo un libro de entre los cinco que descansan sobre la mesilla. Lo abro. Intento focalizar toda mi atención en esas palabras. Mi mirada se nubla y se me hace imposible enterarme de algo. Cierro el libro dejando el marcapáginas en el mismo lugar en el que estaba antes de cogerlo. Doy cuatro paseos por mi habitación de paredes azules, como la vida. Vuelvo a apagar la luz y a acostarme. Me repito una y otra vez que el truco está en no mirar el reloj. Trato de dormir y desespero. Doy una y mil vueltas sobre el colchón, mucho más frío cuando no hay cómplice. Mucho más cálido cuando ese cómplice eres tú mismo y tu propio calor corporal que tiñe las sábanas. "Maldito Bryce", susurro con una voz casi imperceptible gracias al ruido emitido por los escasos coches que circulan -veloces- a esas horas por la autopista. "Al final va a ser cierto eso de que el sueño es, al fin, un tibio ensayo de la muerte y de que es, también, la muerte agazapada. Que uno no quiere morir de forma tan indigna en esa cama anónima a la que hemos llegado tan ciegamente cansados", sigo susurrándome. Vuelvo a sentarme en el seno de mi inquietud y del colchón ,y dirijo mi mirada hacia la ventana, a través de la cual se puede apreciar cómo el sol emerge -puntual- del horizonte. "Yo no he muerto, al menos por esta noche" y esbozo una sonrisa que permanecerá en mi rostro hasta que llegue la próxima noche y comience otro combate de igual o mayor magnitud. "Yo no he muerto, al menos por esta noche". Y esbozo una sonrisa.

sábado, 29 de mayo de 2010

A veces gloria, a veces no

Supongo que las vidas, como todos los caminos, se bifurcan. Que cada vida no es más que una historia de heroísmo callado. Supongo que esto es un adiós que no maquilla un hasta luego. Que las despedidas son siempre tristes. Supongo que nuestra historia no podrá contarla ni el mejor de los narradores del planeta, que podrías ser tú, que podría ser yo. Que nuestra historia fue -y es- sólo nuestra. Supongo que sabrás que no es la nostalgia la que está mordiendo mis venas, sino la razón. A veces gloria, a veces no. Supongo que los atardeceres, si son vistos desde tus azules ojos, son más hermosos. Que, a cada paso que damos, generamos nostalgia. Supongo que la vida se reduce a esto. Que me encantan tus sonrisas y esa cara de niño que pones en algunas ocasiones en las que las alegrías superan tus penas. Supongo que tú seguirás tu camino y yo seguiré el mío. Aunque quizá sea el equivocado. Que hay veredas que es mejor recorrer descalzo. Supongo que algún día nos encontraremos y podremos contar mil anécdotas que formarán parte del pasado. A veces gloria, a veces no. Que el futuro no es mucho más importante que el presente. Supongo que te tocará aprender de lo que veas e imagines. Que una mirada a tiempo es capaz de llenar las horas de mil noches. Supongo que lo que ahora toca es derramar bellas lágrimas bajo la lluvia. Que la mayor parte de nuestro cuerpo es agua. Supongo que toda experiencia es necesaria. Que los espejos no devuelven los besos que no hemos dado. Supongo que el tiempo es el mayor traidor. Que nadar entre ilusiones es para lo que fuimos engendrados. Supón, por un momento, que quiero que me hagas partícipe de todas tus alegrías, tus penas, tus desengaños, tus sonrisas, tus recuerdos, tus anhelos. Que quiero que cuentes conmigo, pero no hasta dos ni hasta tres, sino que cuentes conmigo. Supongo que, a cada paso que damos, caminamos amortajados hacia nuestro propio funeral. Supongo que esto es, precisamente, lo que no quieres escuchar. Supongo que esto es una triste despedida. A veces gloria, a veces no.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Sistemas nerviosos frágiles




Al fin y al cabo, tú eres un mísero punto más clavado en este estrecho mundo en el que nadie es capaz de mirarse otra cosa que no sea el ombligo (algunos sí, pero mejor me callo lo que se miran, no vaya a ser que se sientan ofendidos). Te has visto involucrada en cosas en las que no habrías pensado jamás, en cosas que no compartes. Has tomado tus decisiones y han venido a decirte que estás muy equivocada. Ahora te juzgan. Es lo fácil.

Te dicen cuatro cosas que parece que van simple y llanamente para hacer daño. Te dicen que finges un estado de ánimo bajo (por lo menos por dentro, porque desde fuera no se te nota nada de nada) para llamar la atención de los demás. En el mundo, tú eras una simple egocéntrica más. No eras una egocéntrica especial, sino una simple egocéntrica real.

No hay nada que te dé más rabia que el que te juzguen sin saber, sin conocerte. Y lo pasas mal porque, en el fondo, sabes que les pides demasiado. Nadie va a ser capaz de entender todo lo que te ocurre por dentro. Nadie va a ser capaz de mirarte y ver algo más que un cuerpo y unos ojos cansados. Nadie va a ser capaz de atisbar en ti un sentimiento poderoso, por mínimo que sea. Es lo que hay. No se le pueden pedir peras al olmo. No se le puede pedir a alguien que reconozca un sentimiento que no ha pasado (ni pasará) por su pecho.

Podrías gritar ahora mismo y quedarte más ancha que larga. O podrías soltar cuatro borderías e impertinencias de las tuyas y poner, al fin, los puntos sobre las cabezas de los que no muestran muchas luces. Pero prefieres callarte. Prefieres dejar que cada cual piense lo que le apetezca. Aunque sepas que están equivocados y que sus equivocaciones dañan tu moral y, lo que más te jode, tu orgullo.

Me callaré hasta que llegue el momento de estallar y diga las cuatro verdades que nadie quiere escuchar. Las diré a la cara, por supuesto. Lo de ir a las espaldas es propio de los sistemas nerviosos frágiles.

lunes, 24 de mayo de 2010

Óbito, trance, fin, defunción

Seguramente, si nos preguntan, a bote pronto, qué es lo que sabemos sobre la vida y qué es lo que sabemos sobre la muerte, diremos muchas más cosas y más suculentas sobre la muerte que sobre la vida. Si nos piden que digamos sinónimos de muerte, nos pondremos (porque la gilipollez no tiene límites) a enumerar diversos términos ,cual diccionario enciclopédico, que pretenden condensar el significado único y absoluto que tiene la muerte. Si nos piden que digamos sinónimos de vida, casi seguro que se forma un silencio incómodo por nuestra parte.

Es evidente que no se le pueden poner sinónimos a la muerte. Ella está ahí, agazapada, esperando su momento. Pero, a pesar de todo, es pura e irreductible. No hay sinónimos de la muerte porque estamos vivos. No se le pueden poner sinónimos a la muerte desde la vida. Tratar de hacerlo sería una incongruencia por nuestra parte.

Después, si nos piden que creemos en nuestra mente una imagen de la muerte, nos vendrá a la cabeza la típica del esqueleto enfundado en una larga túnica negra que sostiene una afilada guadaña en una de sus huesudas manos.

La muerte no tiene imagen, no tiene palabras, no tiene sinónimos. La muerte es, precisamente, la ausencia de imágenes, de palabras, de sinónimos. La ausencia de la vida, al fin.

La pregunta correcta no es si hay vida después de la muerte. La pregunta correcta es si hay vida antes de la muerte. Para responderla, necesitamos huir de los convencionalismos e intentar buscar un razonamiento que no caiga en lo patético.

Así pues, cojamos un diccionario y llenemos nuestra vida de palabras que se escriben con mayúsculas y que tienen un millón de sinónimos para introducir en nuestro amplio y, en determinadas ocasiones, culto vocabulario. Seguramente, nunca sentiremos un vacío existencial tan grande como en ese preciso instante.

domingo, 23 de mayo de 2010

Desfile de puntos suspensivos





Podemos coger una flor e intentar cambiar el mundo con sus tonalidades. Pintar cuatro realidades sobre un lienzo demasiado blanco para parecerse a nuestra vida, que es un río, que es la mar, que es el morir. Leer hasta altas horas de la madrugada un libro sobre cómo tratar el insomnio y que esas altas horas se conviertan en las más bajas de nuestra vida, que es un río, que es un mar. Embalsamar cuatro rutinarias tristezas con dos brillantes sonrisas, aunque sean insuficientes. Aunque sean insignificantes.

No podemos cambiar las realidades de este mundo desde nuestro escritorio, pero podemos hacer de las ficciones algo mucho más soportable. Podemos pasar de la realidad a la ficción en una décima de segundo, que es una eternidad en comparación con el azul del cielo en situaciones límite. Podemos realizar un viaje hacia el infinito sin desplazarnos un solo milímetro del lugar en que nos encontramos. Podemos empaparnos de la lluvia de nuestras ilusiones hasta hacer de ellas algo racional. Tan racional como para acariciar la irracionalidad con las puntas de nuestros pensamientos.

No podemos abarcarlo todo con nuestros dos brazos, pero podemos intentarlo con nuestros dos ojos (uno en Canarias). No podemos sentir impotencia cuando vemos que no somos capaces de coger todos los libros del mundo y leerlos a la vez. Aunque esto haga que nos demos cuenta de lo pequeños que somos en comparación con las líneas de nuestras manos. O con las líneas de nuestros parpadeos. O con las líneas de los propios libros.

Podemos cantar hasta rozar la afonía y bailar hasta rozar el olvido. Podemos fijarnos en cuatro detalles y hacer que se conviertan en otros ocho carentes de sentido. Podemos decir que nuestra vida es un desfile de puntos suspensivos. Todo esto podemos hacerlo hasta que llega el punto final y el desfile de puntos suspensivos se convierte en un desfile de recuerdos en pañales.

jueves, 20 de mayo de 2010

En noches como esta




Nos besábamos todas las noches bajo el cielo infinito. A veces ella también me quiso como yo la quería. Cuando no estaba con ella, escribía los versos más tristes durante la noche, mientras los cuerpos de los demás se hallaban recostados sobre el colchón que las estrellas formaban y los sueños eran despojos de inteligencia reprimida.

Era pensar en ella y el verso caía al alma como al pasto el rocío. Las palabras tiritaban como lo hacían los azules astros a lo lejos, en la oscura noche, y las promesas de calor se cumplían con un simple movimiento entre las sábanas de nuestras pasiones.

Le desabrochaba la camisa cuando el tiempo se posaba sobre sus párpados y su rostro mostraba el fragor de la batalla perdida. Mordisqueaba sus labios como cuando era niño y corría entre tiernas praderas de incertidumbre. Bebía directamente de sus senos, tan claros como su cuerpo y tan infinitos como sus grandes ojos fijos. Me perdía en su cuerpo y me encontraba en el borde de su sabrosa boca. Le besaba tantas veces cada noche, que logré trepar como una enredadera hasta el más absurdo rincón de su imperceptible corazón.

Después, se iba; me hacía pensar que nunca la había estrechado entre mis brazos y sentía que la había perdido. Mi persistente corazón la busca todos los días en alguna de las cuatro esquinas que habitan en mi cama, pero ella no está conmigo. La he perdido, pero no estoy arrepentido. O quizá sí.

Ya no la quiero, es cierto, pero la quise tanto en estrelladas noches como esta, que mi amor blanqueaba los mismos árboles que la misma noche blanqueaba. Su voz, su cuerpo y sus ojos serán de otro. Ya no merece la pena luchar, aunque busque el viento para acariciar su oído.

La tuve entre mis brazos en noches como esta y le escribo esto aunque este sea el último dolor que ella me causa, y sean estos los últimos versos que yo le escribo.

Ahora me acuesto sobre el frío colchón, oigo a la noche sonando a mi alrededor y siento que es inmensa, mucho más inmensa sin ella. No merece la pena pensarlo, porque, al fin y al cabo, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.


(No es por romper la magia y esas cosas, pero es la entrada número 69)

martes, 18 de mayo de 2010

¿Cerveza o Coca-Cola?





Muchos actores trabajan en el anonimato sin saber lo que es el éxito. Pero si perfeccionas tus habilidades y trabajas bien, puedes encontrar el papel de tu vida.

(4º capítulo de la 3ª temporada de Dexter)



Porque hoy has tomado la decisión más difícil de tu vida. Porque, aunque no lo parezca, es una decisión inteligente por tu parte. Porque una decisión difícil, para alguien que está acostumbrado a tomar decisiones tan complejas como la de elegir entre cerveza y Coca-Cola, es muy dolorosa. Porque has hecho el gilipollas y ahora te toca comértela doblada. Porque esto te va a hacer crecer como persona. Porque esperas recibir el apoyo de las personas que te rodean y por las que sientes un aprecio infinito. Porque menos mal que hay personas que siempre están ahí. Porque llevabas unos días con unos dolores de cabeza matadores y con los nervios destrozados. Porque esperas que se pasen pronto sin tener que recurrir a fármacos. Porque llevas unos días al borde del desmayo. Porque luchas contra tu cuerpo hasta agotarte. Porque has derramado sudor hasta deshidratarte. Porque toca tirar para adelante, aunque te cueste la vida. Porque dentro de poco es tu cumpleaños y no quieres que llegue nunca. Porque es difícil respirar cuando estás sumergida en una piscina de agua salada. Porque las letras te calman y te nublan la vista. Porque los peces son bellos cuando podemos acariciarlos. Porque hoy no tienes la cabeza para escribir. Porque con esto del blog estás dejando tu cuaderno azul de lado y eso no puede ser. Porque quieres e intentas escribir la entrada (o la canción, que para el caso es lo mismo) más hermosa del mundo y no te sale nada que se le parezca. Porque esperas recibir al menos la mitad de lo que tú has dado (y sigues dando). Porque las palabras son alfombras sobre las que caminamos cuando todo a nuestro alrededor no son más que ruinas. Porque hoy prefieres una cerveza. Y punto.

sábado, 15 de mayo de 2010

Pura droga sin cortar



(¿No os sentís identificados?)


Traigo seis millones de maneras de morir, solo una de vivir.

(Violadores del Verso-Pura droga sin cortar)


Empecé esto con la ilusión del que tiene un proyecto entre manos y se siente capaz de hacerlo crecer al ritmo que le imponen sus latidos. He fluido entre las palabras y, en muchas ocasiones, he tropezado con ellas. Ahora que estoy en el dolor, prefiero no escribir. Lo he intentado y lo único que sale son escritos repletos de frustraciones y dolor en estado puro. Me parece muy repetitivo escribir siempre lo mismo. Intento evitar que el leer mis palabras se convierta en un coñazo (tanto para mí como para el respetable y sorprendentemente abundante público que no se pierde ni una cita conmigo y mis frustraciones).

Escribir esto es como estornudar y correrse a la vez* (burrada al canto, ¿quién no se lo ha imaginado alguna vez?). No me gustan los pudores a la hora de escribir: si sientes dolor, si ves que la vida es una puta mierda, si has tenido pensamientos suicidas, si te apetece hablar de sexo desde el lado más frío, si quieres soltar alguna burrada o alguna gracia. Si, en definitiva, necesitas mostrar tus sensibilidades y comederos de cabeza. Sin pudores. Sin miedos. Sin testigos.Sin jadeos.

Escribir con las limitaciones como perras en celo mordiendo tus poderosos brazos y tu deficiente hipotálamo. Escribir con la sabiduría del que no tiene ni zorra idea de nada y al que le quedan tantos segundos por vivir y tantas cosas por ver y sentir, que le produce vértigo el simple hecho de pensarlo.

Lo peor de esto es que tengo una obligación con los demás y conmigo. Ya me han echado la bronca por no escribir tanto como antes. Pero es que cuando algo hace daño de verdad, es difícil hacerlo sin derrumbarse.

Ahora empieza una nueva etapa tan destructiva como la anterior. Empieza el resurgir poderoso del guerrero. Ha llegado un momento en el que estoy tan cansada de encontrarme en el suelo con el cuerpo recogido en posición fetal y con los ojos doloridos de tanto llorar, que he decidido levantarme por cojones. No hay más motivo ni razón que porque sí. Aunque no me guste esa respuesta que lo explica todo sin explicar nada.

Dejaré de escribir cuando no me quede nada por contar. Mientras tanto, seguiré pensando en verso y escribiendo en prosa. Aunque duela. Aunque frustre.


*Frase de la canción "A las cosas por su nombre" de Violadores del Verso"

jueves, 13 de mayo de 2010

Algo de lluvia y tres réquiems






Paras tus pies en medio de la calle, los demás te miran extrañados, alzas tu cabeza en dirección al cielo y cierras los párpados mientras en tu cabeza suena el Réquiem en re menor de Mozart. Consigues, por un momento, dejar la mente completamente en blanco y olvidar ese dolor tan profundo que está acabando contigo poco a poco. El viento te moja y la lluvia golpea tu tráquea. Las nubes te ciegan y el sol te nubla la vista.

Sabes que la medianía te tiene agarrada con sus fuertes zarpas y sabes también que siempre te han gustado los extremos. En el pu(n)to medio nunca está la virtud. La virtud está en los extremos. Quien diga lo contrario, miente.

Te gustaría descarnarte como un perro desnudo al amanecer mientras de fondo suena el Réquiem por un sueño de Clint Mansell. Y respirar tan fuerte como para morir ahorcada por una ráfaga de aire. Y respirar tan fuerte como para vivir presa por la agitación de tus latidos. Y llevarte una mano al pecho y respirar. Respirar hasta que el aire se agote y resuene el ensordecedor silencio en los jardines de tus incertidumbres.

Ordenar el caos y desordenar lo que ya has ordenado. Caóticamente ordenado está tu desorden. Tan desordenado como para producir ansiedad y tan ordenado como para arrancarte la piel a tiras. Tan desesperado como para esperar en la sala de espera de la esperanza. Tan armónico como para calmarte. Tan doloroso como para amortajarte.

Te gustaría, por un instante, poder posar con decisión los pies en ese lugar que se encuentra entre el cálido cielo y el frío infierno y ser real. Ser real como nunca lo has sido. Ser tan real como para sentir algo parecido al calor en el pecho. Y demostrar que existes, que estás ahí y que nunca te habías ido. Y demostrar todo lo imposible.

Soñar que te desplazas sobre una nota resurgida de un tímido violín y flotar sobre su superficie. Soñar con volar y volar con sueño. Agitar las alas hasta agotarte de sueño y soñar con agotarte y volar. Y agotarte de tanto soñar y volar.

Te gustaría dirigir la mirada hacia algo que no esté vacío. Quizá lo que está vacío es tu mirada. Quizá tu vacía mirada mira hacia el vacío y se siente identificada. Quizá encuentres el modo de rellenar los vacíos. O de vaciar lo llenado. O de rebosar los poros de tu propia piel y vaciarte.

Vuelves a abrir los ojos, notas tu cabello empapado (tanto por los pensamientos que acaban de cruzar por tu frente como por la lluvia). En tu cabeza sigue sonando un réquiem. Admiras a todo el que ha tenido la suficiente maestría para componer uno, porque tú lo has intentado en innumerables ocasiones y sólo te ha salido la letra. Continúas caminando. Sigue sonando un réquiem. Intentas agudizar los oídos para escuchar el canto de la vida y en tu cabeza sigue sonando un réquiem. Te tumbas en el suelo, cierras los ojos y disfrutas porque sabes que así es como se escucha un réquiem.

lunes, 10 de mayo de 2010

El porvenir de mi pasado




(Esta imagen la saqué de un link que le pusieron a don Andreu Buenafuente en su twitter)


Eso fui. Una suerte de botella echada al mar. Botella sin mensaje. Menos nada. Nada menos. O tal vez una primavera que avanzaba a destiempo. O un suplicante desde el Más Acá. Ateo de aburridos sermones y supuestos martirios.

Eso fui y muchas cosas más. Un niño que se prometía amaneceres con torres de sol. Y aunque el cielo viniera encapotado, seguía mirando hacia delante, hacia después, a renglón seguido. Eso fui, ya menos niño, esperando la cita reveladora, el parto de las nuevas imágenes, las flechas que transcurren y se pierden, más bien se borran en lo que vendrá. Luego la adolescencia convulsiva, burbuja de esperanzas, hiedra trepadora que quisiera alcanzar la cresta y aún no puede, viento que nos lleva desnudos desde el suelo y quién sabe hasta (y hacia) dónde.

Eso fui. Trabajé como una mula, pero solamente allí, en eso que era presente y desapareció como un despegue, convirtiéndose mágicamente en huella. Aprendí definitivamente los colores, me adueñé del insomnio, lo llené de memoria y puse amor en cada parpadeo.

Eso fui en los umbrales del futuro, inventándolo todo, lustrando los deseos, creyendo que servían, y claro que servían, y me puse a soñar lo que se sueña cuando el olor a lluvia nos limpia la conciencia.

Eso fui, castigado y sin clemencia, laureado y sin excusas, de peor a mejor y viceversa. Desierto sin oasis. Albufera.

Y pensar que todo estaba allí, lo que vendría, lo que se negaba a concurrir, los angustiosos lapsos de la espera, el desengaño en cuotas, la alegría ficticia, el regocijo a prueba, lo que iba a ser verdad, la riqueza virtual de mi pretérito.

Resumiendo: el porvenir de mi pasado tiene mucho a gozar, a sufrir, a corregir, a mejorar, a olvidar, a descifrar y sobre todo a guardarlo en el alma como reducto de la última confianza.



(Mario Benedetti)


En días como estos, es decir, siempre, son bastante más bonitas y tristes, dolorosas y calmantes, pesadas y ligeras las palabras que, a pesar de no haberlas escrito tú, son más tuyas que de cualquiera. Soy incapaz de leer este texto sin que se me empañen los ojos.

Admirar la belleza y perfección de lo perfecto. Quizá se encuentren ahí las alas que nos impulsan hacia el cielo y el lastre que tira de nosotros hacia el más profundo de los abismos, hacia la locura en estado puro, hacia una muerte que está lejos de quedar reducida solamente a algo físico.

Contemplar la belleza de lo puro y esquivar la severidad de lo eterno. Quizá la vida sea solo eso. Qué triste.

sábado, 8 de mayo de 2010

Bucear en aguas abisales



(¿Cuántas cosas caben en la esquina de una ventana?)



Gracias a mi tozuda decisión existencial
no cabe entre mis planes dar ningún salto mortal,
no gozará las honras funerales mi alma en pena,
no vendrán los gusanos a tirar de la cadena.

(Javier Krahe-Y todo es vanidad)( A pesar de que la cante Rosendo)


Me muerdo los dientes y comienzo a introducirme por recónditos lugares a los que no había llegado todavía. Me sumerjo en esas aguas abisales que esperan impacientes a ser buceadas en todos y cada uno de los recovecos de mi cuerpo. Descubro verdades frías como cuchillos de acero y pesadas como botas de plomo.

Me sorprendo de mi frialdad, de mi malicia y de esos diez tipos de persona que habitan en mí y que, en muchas ocasiones, me hacen perder la cordura y el Norte. No parece importarles demasiado mi continuo y amargo deambular por las calles de una ficción tan real, que ha conseguido que mis ojos hayan sucumbido ya al cansancio producido por esa necesidad tan persistente de abarcar el mundo con seis palabras, cuatro sonrisas y dos brazos extendidos para quien quiera fundirse conmigo en un abrazo eterno y repleto de evocaciones.

Nunca (y espero que podáis perdonarme por ello) he sido capaz de fijarme en las superficialidades de este mundo. No me gusta la forma de las cosas y quizá sea ese uno de mis mayores problemas. Pero como nadie me gana en el noble arte de fingir, finjo continuamente mi percepción de personas y cosas de una manera superficial y listo. Nadie se ha dado cuenta todavía. O eso creo.

He conocido cuatro maneras de vivir y todas ellas se han reducido a una un tanto triste. Gracias a esto, he logrado comprender que todo lo eterno dura un instante y que con cuatro promesas y algún que otro reproche, se puede transformar el mundo en un juego demasiado fuerte como para jugar a pecho descubierto. Nadie me va a negar, a estas alturas de la existencia, que jugar a jugar es bastante divertido. Lo malo viene cuando sueñas con jugar y sufres terrores nocturnos o pesadas pesadillas.

Contemplo mis malintencionadas intenciones desde arriba para que no me salpiquen y llego a la conclusión de que para vivir no se necesita gran cosa. Para morir se necesitan cuatro ilusiones embalsamadas. Para soñar basta con lograr la perfección del silencio. ¿Difícil? Por supuesto.

martes, 4 de mayo de 2010

No es poesía, es impotencia

Mis prejuicios maté y nunca más volví a desenterrar.
Comíamos hiel, vomitábamos sin descansar.
Ahora tengo sed, recuerdo el whisky atravesando mi piel.

[...]

A mi padre robé muchos años de tranquilidad,
a mi madre dejé mis secretos aún sin confesar.
La calma perdí y en un mal sueño a mi enemigo encontré.

(Extremoduro-Historias prohibidas)(Tan lejos y tan cerca de don Joaquín Sabina...)




No es usura, es torpeza.
No es tristeza, es despiste.
No es sueño, es vida.
No es violencia, es trampa.
No es silencio, es estrabismo.
No es melancolía, es elegancia.
No es instinto, es pobreza.
No es supervivencia, es hastío.
No es putrefacción, es gloria.
No es daño, es interrupción.
No es soledad, es ensimismamiento.
No es resaca, es hambre.
No es ilusión, es promesa.
No es reproche, es dolor.
No es sed, es sangre.
No es inteligencia, es muerte.
No es escritor, es creador de palabras ya existentes.
No es asco, es pena.
No es meseta, es depresión.
No es París, es amargo.
No es lluvia, es mar.
No es rabia, es potro.
No es tonto, es decadente.
No es noche, es edredón.
No es lujo, es riqueza.
No es hoja, es llanto.
No es volver, es cantar.
No es sal, es violín.
No es luna, es estupidez.
No es locura, es azul.
No es poesía, es impotencia.

viernes, 30 de abril de 2010

Me hace hoy sangrar

Llega un momento en el que no puedes más y necesitas estallar de forma sonora y violenta. Ayer lo hice y no me arrepiento de ello porque por fin pude soltarle a alguien algunas de las cosas que me pudren por dentro.

Digamos que me pillaron en un momento de debilidad y lo solté casi todo sin más preámbulos. Tengo que decir antes de nada que la regla tanto en este blog como en mi vida es siempre la misma: aquí mariconadas las justas.

Le dije a la persona en cuestión que me considero una experta en fingir sonrisas, que no encuentro nada ni nadie que me llene, que me levanto con la boca del estómago completamente cerrada, que siento unas tremendas ganas de llorar de forma continua, que no le encuentro ningún sentido a la vida, que me meto en la cama y no duermo, que soy incapaz de disfrutar de mis amigos, que no me sale nada bien, que no entiendo el concepto de familia y que tampoco soy capaz de disfrutar de ellos. Todo esto se lo dije empapada de unas lágrimas y un sudor que dejaban al descubierto un dolor quizá excesivo.

Después de escucharme atentamente y de un silencio persistente por su parte (no es para menos) que parecía no acabar nunca, me armé de valor y le dije que ojalá existiera un manual para la vida. Aunque, en el caso de existir, sería algo así como la Biblia: todo el mundo tiene una en su casa, pero se guarda en un rincón en el que no estorba demasiado. Seríamos tan tontos como para no invertir un solo segundo en su lectura.

Después de hablar con dicha persona, de desahogarme como nunca había hecho y de que me diera el consejo de que acuda a un psicólogo de manera urgente, me planteé la posibilidad de estar padeciendo una depresión de las gordas. Sin más demora, consulté los síntomas entre los cuales se encuentran: tristeza e irritabilidad, excesivo nerviosismo, sentimientos de vacío e impotencia, problemas de sueño, pérdida de apetito, disminución en la capacidad de gozar y disfrutar de la vida y evitación social.

He leído y releído los síntomas con lágrimas en los ojos (para variar un rato). Todo me desborda. Nada me sirve. Todo me rompe. Nada me llena. Todo me hace daño.

miércoles, 28 de abril de 2010

Treinta y catorce




(Iba a poner uno de tus autorretratos, pero...)



Te debo una canción
desafinada,
contra la nada
maquillada
de quién sabe.

Te debo una canción
grela y desnuda,
cuando en la duda
tartamuda
vuela un ave.

[...]

Te debo una canción
nocturna y breve
que no se atreve
a ser tan leve
entre tus manos.

(Joaquín Sabina-Pastel de cumpleaños)


Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

(Ángel González-Fragmento de Cumpleaños)



Incluso en estos tiempos en los que eres demasiado viejo como para crecer al ritmo del reloj que marca unas horas que -desgraciadamente- no volverán y en los que yo soy demasiado joven como para descrecer con Peter Pan, tengo la ligera impresión de que algo se escapa de nuestras autodestructivas manos cuando soltamos una palabra de dolor o de rencor. Tengo la ligera sensación de que pasarás tan fugazmente por mi vida que casi no tendré tiempo de verte. O de hablarte ,tal vez.

Hablando de hablar, pienso que no hemos hablado lo suficiente como para que me arranques estas líneas tan sinceras que me están costando la vida.Pero no importa, porque ambos sabemos que, cuando no se puede mejorar el silencio, es mejor escribir callando para que otros lo lean en voz alta y descubran que todo lo que nos rodea no es ni blanco ni negro, sino azul. Y quizá haya alguien que incluso logre atisbar un retazo de nuestro yo profundo en alguna de esas líneas que tanto dolor (nos) producen.

De todas formas, soy consciente de que no te conozco lo suficientemente bien (quizá porque no nos queda demasiado tiempo entre sobresalto y sobresalto) como para decir que eres un tipo que merece la pena de verdad y que ojalá tampoco nos quede tiempo para el olvido; cuando el olvido se presenta, todo se desvanece. He de reconocer que siento verdadero terror cuando pienso en el poder del olvido y que lloro con lágrimas incontenibles cuando veo que toda mirada está lejos de arrancar un espejismo de ilusión.

He de decir también que todo enfado causado y por causar (tanto por tu parte como por la mía) no será más que una mera forma de demostrar que nos importamos tanto como para tomarnos un poco en serio. Porque, al fin y al cabo, (y aunque me pese un poco reconocerlo) nos enfadamos con las personas a las que más cariño tenemos. Lo curioso del caso es que, cuando yo te he hablado con malas formas y palabras, tú me has respondido con buenas, y eso es algo que deja al descubierto bonitos detalles, por imperceptibles que parezcan.

Te diría muchas más cosas, pero tampoco quiero dejar que las palabras sean las protagonistas de este texto. Como última cosa, decirte que intentes aprovechar cada segundo porque, cuando ya han pasado, es cuando nos damos cuenta de todo lo que hemos perdido. Recuerda que nunca vas a ser tan joven y nunca vas a ser tan viejo.

Felicidades, Raúl.

Ahhh y... otra cosa: ¿Me prestas tu sonrisa?


(Sé que soy la primera en felicitarte porque lo hago en el día que no corresponde, pero como imagino que mañana estarás demasiado ocupado abriendo desengaños y agravios , te lo escribo ahora y lo lees en el mismo momento en el que me ha pillado la inspiración)

martes, 27 de abril de 2010

Kilos de autodestrucción



(Imagen de Raúl)("Las manos sirven tanto para destruir como para crear")



La noche del cazador, un presa que elegir,
avería y redención para ponerlo todo en la canción,
contarlo todo sin decir cómo paso,
es imposible no entenderlo.

Algo de autodestrucción y una pizca de placer,
kilos de insatisfacción y una oreja más que conquistar,
alguna mueca, una sonrisa de pavor,
hemos llegado hasta la puerta.


[...]


El corredor de fondo sabe
"el tiempo es sólo una ilusión y algunas veces la jugó".
Con más burbujas que un anuncio de champagne
hemos llegado hasta la puerta.

(Iván Ferreiro-Rocco Siffredi)


Siempre han sido demasiados versos para tan pocas palabras en blanco. Nunca han venido las musas a pedirme perdón por su tiranía. Las frases no tienen ni coherencia ni cohesión entre sí porque tampoco lo tienen lo que pudo haber sido y no fue. El maquillaje es tan de verdad que miente como cuando lanzas una piedra en un estanque vacío de agua y lleno de incomprensión. Voy por la vida de pasada y siempre escondo un yo que sólo sale cuando estoy alejada de mí y acompañada de yo. Prefiero decir Diego porque Digo es una infamia más grande que una palabra rescatada del refranero popular. Que el otoño de agosto viene más frío que el verano de noviembre es tan cierto como afirmar que la primavera tiene testículos de polen. Para cruzar la frontera del desaliento se necesitan dos licencias: una de caza y otra de pesca. No recuerdo lo que he comido hoy, pero probablemente lloverá melancolía sobre los tejados de mis órganos vitales. Estoy segura de haber cerrado la puerta, pero no recuerdo haber metido la llave. Las alas sirven para andar arrastrado por el suelo fingiendo que algo te importa tanto como para tomártelo en serio. Una baldosa no es un cuadro de Picasso, pero casi. Creo que la primera palabra que dije al nacer fue un taco. La verdad es la peor de las mentiras. Los Picapelotas son bastante más abundantes que los Picapiedra. Me descojono tanto a lo largo del día que muchas veces he corrido el riesgo de partirme la mandíbula y el pecho de tanto llorar. No me ha emocionado nada desde hace al menos veinte segundos. La sonrisa es una forma seria de afrontar la graciosa vida. Las manos sirven tanto para destruir como para crear. Que esto no tiene ningún sentido es tan cierto como que mañana no va a llegar porque las autovías están colapsadas de infierno. Estoy segura de que alguien podrá entender todo esto, aunque sea parcialmente. Quizá leyéndolo al revés...

lunes, 26 de abril de 2010

Le quattro stagioni





El otro día hablaba de "Las cuatro estaciones" de Vivaldi y he de decir que es una obra que me ha fascinado desde el primer momento en que la escuché.

Todavía recuerdo el día (a mis tempranos diez años) en el que mi señor padre me cogió de la mano, me llevó al lugar en el que se instalaba la cadena de música y me dijo que me iba a enseñar algo grande, algo que, si lograba entender, me serviría como una lección para la vida (todavía no sé si real o ficticia).

Me acuerdo de mi posición exacta frente a él y de su rigurosa explicación sobre lo que sonaba de fondo. Me explicó que era común la imitación de la naturaleza en la época de Vivaldi, pero que éste es uno de los mayores ejemplos de perfección. Me indicó en cada segundo la "parte" de la naturaleza a la que intentaba (y conseguía) evocar y logró dejarme con la boca del tamaño de un buzón cuando terminamos de escucharlo.

Después de algunos años (tres, en concreto) me dio las pautas para escuchar este tipo de música de forma relajada: "bastará con cerrar la puerta de la habitación en la que te encuentres, apagues la luz, cierres los ojos y dejes que cada nota atraviese hasta el más fino poro de tu piel y tu cabeza. Bastará con que intentes entenderlo. "

Cuando estás tumbado boca arriba sobre el colchón con los ojos cerrados y dejas que la melodía invada cada rincón de ti mismo, es cuando te das cuenta de que la grandeza se encuentra en los placeres más insignificantes y que nada puede cobrar más plenitud que ese instante único y mágico a la vez.

Algunos años más tarde, yo sigo disfrutando de cada nota con la luz apagada y los ojos cerrados, e intentando seguir los movimientos del arco del violín con la cabeza y con el paladar.


Porque la música no solo se oye y se siente, sino que también se degusta. Se huele. Se ve.


Os dejo con mi movimiento preferido. Quizá sea uno de los ejemplos más claros del ritmo que siguen los latidos de mi corazón.

domingo, 25 de abril de 2010

Salir a la superficie




(Por tierras de Soria)



Porque nuestra alma se ve obligada a llenar todo espacio nuevo que le ofrecen, a pintarlo de nuevo, a imprimir en él sus perfumes y acordar en él sus sonoridades, y hasta ese momento sé lo mucho que se puede sufrir las primeras noches, cuando nuestra alma se siente solitaria, pues ha de aceptar el color del sillón, el tictac de la péndula, el olor de la colcha, e intentar, sin lograrlo, adoptar la forma de una habitación piramidal.

(Marcel Proust-Contra Sainte-Beuve)


Allí donde el espacio es libre de permanecer e irse y donde nada nos llena más que un soplo de aliento, se dibujan burbujas de papel y corazones palpitantes a ritmo del tictac de una campana (?). Algo se nos escapa de las manos cuando corremos apartando silencios y murallas de desaliento.

No es sencillo sumirse en un mar de pensamientos cuando todo da vueltas a tu alrededor y te sientes tan ajeno a tu propia vida que no puedes evitar gritar en algún rincón de este alborozado mundo, que es una puta mierda.

Cuando es todo tan confuso que te olvidas hasta de tu nombre y nada es suficiente como para producir en ti ni la más mínima sensación de desahogo, es cuando ha llegado el momento de salir a la superficie y mirarlo todo desde allí.

No importa, sin embargo.

viernes, 23 de abril de 2010

Sábanas, recuerdos e incertidumbres






Sueño. Sueño que floto sobre la superficie de mi propia vida: viéndola pasar, observándola. Soy un intruso que mira.
Míralos, pueden reírse y jugar; les resulta muy fácil. Yo no soy como ellos y algunas veces puedo ser un verdadero monstruo. Pero hoy sólo soy un monstruo marino.

(2º capítulo de la primera temporada de Dexter)



Me viene hoy la más pura imagen de mi infancia. Recuerdo.

Recuerdo el ligero olor a tierra húmeda de las tiernas tardes de lluvia y la cálida luz de un sol que acariciaba jardines de sábanas blancas recién lavadas. Recuerdo esa ignorancia del decadente mundo que ,ante mis ojos, giraba en torno a un eje derrotado. Recuerdo el tedio en las largas tardes . Recuerdo la linterna y el libro debajo de las sábanas y el descubrimiento de unas realidades incompletas. Recuerdo mis sonrisas más sinceras y la incertidumbre como arma y como escudo. Recuerdo esa ira procedente de un carácter difícil que todavía perdura. Recuerdo oscuridad y dolor en todos los rincones de mi casa y de mi familia. Recuerdo las tibias notas de "Las cuatro estaciones" de Vivaldi ( a las que todavía recurro cuando siento la necesidad) fluyendo por mi caótica cabeza y creando paisajes de prados verdes y primaveras eternas. Recuerdo los dientes de leche bebidos a grandes tragos. Recuerdo la inocencia perdida a base de tortas. Recuerdo un cabello más rubio que el sol en verano y que la cerveza que se extiende -imposible- por los campos. Recuerdo una inteligencia poderosa derrochada en insignificancias. Recuerdo unas vacaciones en un lugar con costa en el que el único despertador era el canto de las gaviotas y en el que el mar era una masa de mentiras saladas. Recuerdo la voz, las palabras mágicas, la sensibilidad y los pájaros de barro de Manolo García sonando persistentemente de fondo. Recuerdo la necesidad de calor procedente de unos brazos que nunca me prestaron ni la más mínima atención. Recuerdo los sueños rotos y las ilusiones perdidas. Recuerdo que el tiempo transcurría lento ante mis cansados ojos.

Sin embargo, no recuerdo el momento justo en el que dejé de jugar con muñecas y empecé a jugar con reflexiones en voz alta. No recuerdo el día en el que empecé a disfrutar del silencio. No recuerdo el minuto en el que empecé a sentir cosas demasiado profundas como para comprenderlas. No recuerdo un calendario en el que las hojas no fueran de usar y tirar. No recuerdo el momento en el que, de tanto escapar de la realidad, caí en un profundo abismo de desengaño. No recuerdo el día en el que me dejaron de gustar los espejos. Tampoco sé si alguna vez me gustaron. No recuerdo unas Navidades felices. No recuerdo la calma. No recuerdo las dimensiones de mis proyectos. No lo recuerdo.

Quizá la única manera de seguir es no recordando. Quizá se nos olviden las cosas importantes.

miércoles, 21 de abril de 2010

Sin miedo a leyes ni a nostalgias




Soledad que te pegas a mi alma
en la dulce soledad de este campo de otoño.
No hay momentos de sosiego.
Rebeldía pura de amores sin amores,
ilusiones puras y puros conformismos
intentando levantar el espíritu nostálgico
de querer estar contigo y nunca estarlo.
Volverás de vez en cuando a estas tierras agrietadas
y verás de nuevo a quien te ama, borracho,
borracho de amores y libertades
y también de vinos por olvidarte. Borracho.
Y si surgen saludos y palabras,
tal vez notes la dureza de mi estilo
queriendo no herirte en nada
y en mi soledad sólo herirme yo mismo.
Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero
sin miedo a leyes ni a nostalgias,
y lo verás caer una y mil veces
y levantarse de nuevo
con la pura bandera de su raza.

(Manolo Chinato- Soledad de amores)



Porque desdicha es un sinónimo de futuro. Porque los aplausos son tortas con trampa. Porque necesito que alguien me explique (con todo lujo de detalles, por favor) cómo se siente uno al tener éxito en la vida. Porque quiero sentir una sensación parecida al calor en las mejillas. Porque es la envidia la reina del mambo. Porque recibo mails (no me gusta decir correos porque no pretendo imponerle nada a nadie. Cada uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera) de personas que se piensan que me conocen mejor que yo. Porque nuestra sombra es una ligera copia de un murmullo. Porque permanecer no es coherente. Porque tenemos la piel ungida con el aceite de nuestras cavilaciones. Porque he hecho una lista de pros y contras y no me ha salido ningún pro. Porque todo tiene sus rosas y sus espinas. Porque estoy cansada de que llamen y no conteste nadie al otro lado. Porque somos todos más tontos que cualquiera. Porque uno más uno nunca han sumado dos. Porque no hay muerte más dulce que la de morir ahorcado en calle Melancolía por una cuerda vocal de Jacques Brel. Porque la vida y la muerte son dos mujeres de cuerpos sinuosos. Porque no todo es negro o blanco. Porque quiero encontrar un lugar en el que las flores sean algo más que un adorno. Porque las verdades a medias son la peor de las mentiras. Porque quién tiene la certeza de que hoy no es ayer y ayer no es pasado mañana. Porque me atraganto con mi propia voz. Porque una canción se puede convertir en la excusa perfecta para volverse sordo. Porque esta embriaguez de pensamientos es muy extenuante. Porque la sed de sangre no se apaga nunca. Porque todo es un decorado. Porque esto me recuerda que tenía que olvidarlo. Porque es o ser o estar. Porque las circunvoluciones de nuestro cerebro son un buen lugar para albergar una constelación de ideas estrelladas. Porque un río no es un mar, por mucho que se esfuercen en convencernos de lo contrario. Porque todo es mucho más fácil cuando no es. Porque un pie vale más que cuatro manos. Porque la tierra trabajada grita. Porque un dios en un desierto es un simple grano de arena más.

martes, 20 de abril de 2010

El arte es la mentira que nos permite comprender la verdad

No voy a dejar que una simple conversación me afecte de forma tan directa como para dar cuenta de ello en una entrada, así que esto va a ser una excepción que no pretende confirmar ninguna regla.
Antes de nada, Raúl Urbina, he de decir que esto no va en plan borde ni nada por el estilo. Digo las cosas tal y como las pienso.

Desde hace bastante tiempo tengo costumbre de, al leerme un libro, apuntar en un folio las hojas en las que hay una frase que me gusta. Luego, cuando termino el libro, vuelvo a las hojas y apunto todas las frases que he recogido en un cuaderno. Nunca le busqué ningún sentido a esta costumbre. Simplemente pienso que algunas frases merecen la pena y el volver a ellas tiempo después te hace plantearte las cosas de otra forma.

Explico todo esto porque hoy a Raúl se le ha ocurrido insinuar "medio en serio y medio en broma" que encabezo cada entrada con una cita para fardar de que me he leído tal libro (si es que no cojo un libro al azar y empiezo a pasar páginas y a coger frases sin ningún tipo de criterio). Lo cierto es que me he quedado un poco alucinada, porque no sé si es que no me explico bien o algo, pero ya he dicho un millón de veces (y lo repetiré las veces que haga falta) que yo no tengo que demostrar nada a nadie (excepto a mí misma), que no intento hacerme la culta cuando escribo una cita de un verdadero genio.

Es cierto, lo fácil es poner una cita de Shakespeare sin haber leído nada de él con el único objetivo de quedar de puta madre ante tus amigotes . Me parece genial; si ellos son felices por mí estupendo.

A mí me llena leer una frase de un tipo que ha sabido explicar las cosas mil veces mejor que yo y luego escribirla en un espacio de ideas diversas (y dispersas) para hacer que otra gente (porque no todo el que me lee es filólogo y no todos habrán disfrutado con un poema de Ángel González, por ejemplo (y no estoy insinuando que haga falta ser filólogo para disfrutar de él y con él) ) pueda gozar de ella como yo lo he hecho.

A lo que me ha dicho antes yo le he respondido que no, que me he leído todos porque, como es lógico, no puedes pretender coger una frase buena de entre ocho mil con el criterio que tiene un dedo al apuntar hacia ninguna parte. Después, ha tenido los cojonazos de decirme: ¿Qué te vas a leer tú? (con ese rentintín que le caracteriza).
A mí, ante esto, lo único que se me ocurre pensar ( y si voy mal encaminada me dices) es que la gente se debe pensar que mi cociente intelectual no da para mucho. Si bien es cierto que no soy buena estudiante y que mis notas no son para nada brillantes, tampoco creo que sea lo único a tener en cuenta.

Quizá esté sacando las cosas del sitio y haciendo de una pequeña broma (que no pretendía tener más sentido que el del momento mismo) todo un mundo. Pero es algo que tenía que aclarar tanto a él como a todo el que lo piense.

(Hoy no va con cita no por nada, sino porque no he encontrado una que pudiera profundizar un poco más en esto)(Y no, no me he "leído" nada de Picasso, pero yo lo pongo como título porque queda bonito)

lunes, 19 de abril de 2010

Ciegos .Como nunca y como siempre

Al verlo, uno hubiera dicho que iba a derrumbarse de un momento a otro. Mas nadie lo miraba.

(Elías Canetti-Auto de fe)


Contemplo mi cuerpo completamente desnudo en un espejo que me devuelve las verdades que le ofrezco como fríos cuchillos de desengaño. Mirando esto, contemplo un profundo vacío existencial que me muerde las entrañas. Miro por fuera y no veo nada, pero miro por dentro y veo terror, ansiedad y remordimientos.

Es difícil mantenerse erguido en un lugar que no está destinado para ello. Difícil es, todavía, sostenerse en pie en un lugar donde reinan las arenas movedizas que guardaste en una maleta y que, inevitablemente, te acompañan en todos y cada uno de tus viajes.

Sin embargo, hoy todo es firme y llano como el suelo que nunca nos han juzgado dignos de pisar. Algunos intentan alzar el vuelo con sus alas de arcángeles viudos. Otros prefieren hundirse en un terreno en el que la superficie pulida de una roca es alfombra sobre la que se pasean los sueños de un mundo completamente perdido en su perdición.

La saliva es un chorro de atardeceres que funciona al ritmo que le marca el puño en el que el corazón se nos vuelve cuando algún indigente de las aceras de nuestra memoria nos dedica una efímera mirada curiosa y asombrada.

Fácil es, sin lugar a dudas, que un ciego hable de colores. Fácil es que el mismo ciego alce la mirada en dirección hacia ninguna parte y realice un fugaz intento de entornar los ojos como si siempre fuera verano, como si una luz invadiera su torpe córnea. Como si fuera capaz de degustar las imágenes de su vida. Mas nadie lo miraba.

domingo, 18 de abril de 2010

Resta y sigue





Últimamente no escribo nada porque estoy tan baja de moral que tengo miedo de hacerlo. Llevo unos días (concretamente cinco y los que me quedan...) bastante malos: cuando se muere un familiar no es para menos.

La regla es resta y sigue. "Uno es una suma mermada por infinitas restas" nos advertía Sergio Pitol. Pero estas restas, cuando notas que son verdaderamente dolorosas, se multiplican por mil y sólo el tiempo consigue que se dividan (poco a poco) entre diez. "La vida es un cubo de Rubik formado por una serie de operaciones complicadas" digo yo ahora.

Es triste saber que estamos condenados -muy a nuestro pesar- a pasar rápidamente del rostro surcado por los granos de una juventud que nos duele y se nos aleja, al rostro surcado por las arrugas producidas por una vejez que no nos causará un verdadero entusiasmo. De todas formas, por muy putos que sean nuestros paseos de puntillas por la vida, hay que intentar devolver las sonrisas. La vida es una sonrisa de encías sangrantes.

Estés donde estés, te deseo todo lo mejor. Espero que encuentres un paraíso en el que las nubes desprendan un suave olor a algodón húmedo y en el que todo sea más azul y más inmortal que nunca. Que allí no existan los relojes y que no sea necesario salir en busca del tiempo perdido. Espero que allí sea todo mucho más fácil de lo que te fue aquí. Espero que tus últimas horas sean siempre las primeras.

Sin duda, lo que más espero es que permanezcas viva en la muerte. Yo, mientras tanto, seguiré acariciando el afilado filo de su guadaña y recordándote todas y cada una de mis mañanas. Las noches las reservo para olvidar que existe y que quizá esté más cerca que nunca.

miércoles, 14 de abril de 2010

No a la luz: a la vida




¿Ciego a qué?
No a la luz:
a la vida.

¿Sordo a qué?
No al sonido:
a la música.

Abre los ojos,
oye:
nada ve,
nada escucha.

Como si al mundo entero
una nevada súbita
lo hubiese recubierto
de silencio y blancura.

(Ángel González-Ciego)



No voy a pedir perdón porque no es lo mío. Lloraré cuando sienta la necesidad y sin ningún tipo de pudor.No me importa mostrar mis sensibilidades, pero cuando se trata de fragilidades soy bastante dura con ellas. No voy a intentar gustarle a todo el mundo, me parece una estupidez. La espera se hace eterna. Yo lo que quiero es saber cosas y conocer mundo (no hace falta trasladarse de lugar para ello). No encuentro motivación y siento una enorme impotencia. No voy a seguir ningún juego. Quizá la ruleta rusa me guste. Haré de mi mente un arma de precisión. Voy a escupirlo todo ahora para sacar lo que me pudre por dentro. No quiero ser uno más. Romperé esquemas. Las sonrisas ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. No me gusta que me lleven la contraria. Miraré todo con atención y percibiré cualquier detalle, por mínimo que parezca. No voy a enmudecer jamás. Las apariencias nunca engañan. No voy a olvidarte. Quiero ser ola para acariciar el sonido del mar. Tendré que tomármelo en serio. No me sale. No lo sé. Voy a recordar un poema y voy a repetirlo hasta la saciedad. Estaré allí para dar el golpe final. No me presentaré a mi entierro. No quiero flores. Si gano no me alegraré. Mi estado de ánimo me va a terminar matando. La vida es un largo viaje en una bicicleta estática. Si tuviera que guardar un minuto de silencio por cada segundo muerto de mi existencia, me tendría que sumir en un profundo y eterno silencio que acabaría matándome. Yo lo que quiero es dormir. No pienso soñar.

lunes, 12 de abril de 2010

Lucha de gigantes




(La playa sin mar de Burgos hacia las seis y diez de esta tarde. Nunca consuela)


Lucha de gigantes,
convierte
el aire en gas natural.
Un duelo salvaje
advierte,
lo cerca que ando de entrar
en un mundo descomunal.
Siento mi fragilidad.

Vaya pesadilla,
corriendo
con una bestia detrás.
Dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más.
Me da miedo la enormidad
donde nadie oye mi voz.

(Antonio Vega-Lucha de gigantes) (Muchos lloraron tu muerte y fueron pocos los que la sintieron)


(Tenía (y tengo) una entrada preparada en la que relato con todo lujo de detalles lo que hice el ya pasado fin de semana, pero me apetece hablar de hoy.Prometo escribirlo pronto)


Hoy me ha dado por pensar en los diferentes estados de ánimo por los que se pasea a lo largo del día. Me he dado cuenta de que tengo una tendencia enorme a intentar levantar el ánimo de todo el que me rodea y me he hecho una pregunta: ¿intentas levantar el ánimo de todo el que tenga un mal día (o un mal año) cuando tú te encuentras siempre arrastrada por el suelo y desangrándote?. ¿Lo peor? que cuando realmente necesito apoyo no me viene solo, lo tengo que buscar en alguien o en algo y, si ni aun así lo consigo, me derrumbo en cualquiera de los confines del mundo en el que habito.

Me paso la vida repartiendo sonrisas y palabras llenas ( o eso creo). Como recompensa obtengo derechazos directos a la mandíbula.

Una tiene muy poca paciencia , se cansa y decide ascender a un nivel superior al que pocos han llegado todavía. Decide empezar a pasar un poco de los buitres que merodean a escasos centímetros de la gilipollez integral y se alegra porque sabe que la vida (la muy puta y sabia a la vez) pone a cada cual en el lugar que le corresponde.

Luego (y dando un súbito giro al tema del principio) me he puesto a pensar en defectos y lo único que se me ha ocurrido ha sido que me sobra de nada y me falta de todo, pero por lo menos tengo la decencia de reconocerlo.

Las palmaditas en la espalda ,junto con la lengua, os las podéis ir metiendo por el culo. Procurad darle cuatro vueltas (a la lengua y al culo).

viernes, 9 de abril de 2010

50...y después yo




(Con la mar en las venas.Y sí, el edredón de mi cama es de barcos... no podía ser de otra forma)


Las cosas bellas que escribiremos si tenemos talento están en nosotros, tenues, como el recuerdo de una canción que nos gusta, sin que podamos recordar ni su letra ni su tonada, ni seamos capaces de dar un esquema cuantitativo de ella...Aquellos a quienes persiguen estos recuerdos confusos de verdades que jamás conocieron son los hombres que tienen el don. Pero si se conforman con decir que escuchan una tonada deliciosa, no dicen nada a los otros, no tienen talento. El talento es una suerte de memoria que al final les permite evocar esa música confusa, oírla claramente, anotarla, reproducirla,cantarla.

(Marcel Proust- Contra Sainte-Beuve)


Y ya van 50 entradas,50 decepciones,50 heridas, 50 golpes, 50 caídas. Pero también 50sonrisas, 50 alegrías, 50 saltos al vacío, 50 las expediciones realizadas en mar abierto y a pecho descubierto.

Me planteé dejar esto hace relativamente poco y a raíz de esta entrada. Le estuve dando muchas vueltas y me dije que me rendía, que esto iba a ser como una simple experiencia más. Eso de rendirme no es propio en mí. Lo pensé mejor. Me dije que si todos pensásemos lo mismo "lo dejo porque siempre va a haber alguien que lo haga mejor que yo" no habría literatura , música , pintura ... Y sin esto, seríamos incapaces de explicarnos la vida de ningún modo y recurriríamos a la solución más fácil: cortarnos las venas y dejar que el que venga detrás sufra lo que no hemos sufrido nosotros.

Los primeros pensamientos me causaron mucho dolor. Los segundos fueron los que necesitaba, los que sacaron fuerzas de donde ya pocas quedaban. No puedo dejarlo, la mar me tiene atrapada. Aunque a veces sea bastante duro, escribir esto me calma.

Si he conseguido arrancaros una reflexión, una sonrisa, una lágrima o lo que sea. Si he conseguido arrancaros algo, me doy por satisfecha.

Con este blog no pretendo que la gente vea que pienso, que le doy vueltas a las cosas. Con este blog lo que pretendo es que todo aquel que me lea se sienta un poco (aunque sea un poco) identificado. Quizás sea ese el motor que nos impulsa a ser fieles a otros blogs. Eso de sentirnos identificados con las palabras de alguien es algo que, no le demos más vueltas, nos llena. Nos llena saber que no estamos tan locos como pensamos; nos llena saber que alguien , en algún momento,ha sabido explicar algo que nosotros hemos querido sacar y no hemos podido o no hemos sabido. Nuestras locuras nos hacen más cuerdos que a los demás.

Por mi parte nada más. Yo prometo seguir intentando plasmar lo que pienso y lo que veo. Lo demás lo ponéis vosotros con vuestros ojos.

Ahhh y...gracias por elegir, de entre todas las palabras, una mía.

miércoles, 7 de abril de 2010

Piensa el sentimiento, siente el pensamiento



(Imagen del verano de 2008)(Siempre nos quedará París)



Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.

Peso necesitan, en las alas peso,
la columna de humo se disipa entera,
algo que no es música es la poesía,
la pesada sólo queda.

Lo pesado es , no lo dudes,lo sentido.
¿Sentimiento puro? Quien en ello crea,
de la fuente del vivir nunca ha llegado
a la viva y honda vena.

[...]

Sujetemos en verdades del espíritu
las entrañas de las formas pasajeras,
que la Idea reine en todo soberana;
esculpamos,pues, la niebla.

(Miguel de Unamuno-Credo poético)(Lo pondría entero pero...por no alargarlo)




Puedo decir que todo me sonríe.Que he escrito poco porque no he tenido necesidad de plasmar algo que no siento, algo que no me sucede. Puedo decirlo y mentir.Y, de hecho, miento. Sería una verdad si , al intentar explicarlo, digo que no he escrito nada porque últimamente todo me hace daño. Pero eso sería aceptar una derrota, así que no voy a decirlo.

Voy a intentar decir que todo lo que me rodea es de unos colores que enternecen el paisaje. Que nuestros cabellos no son más que una tímida luz que ensombrece nuestros pensamientos. Que los espejos sienten la necesidad de profundizar en los reflejos de una imagen dolorida por el suave murmullo de la existencia. Que las flores son huecos donde los insectos vierten su afilada saliva. Que las letras alumbran nuestros caminos y rugen en silencio unos sentimientos que nos quedan un poco lejanos. Que el simple hecho de que existas hace que todo sea una razón más para no cerrar los ojos y dormir eternamente. Que la niebla, de tan densa, nos transporta suavemente como alfombra de atardeceres. Que las rosas son pequeños habitáculos de mentiras. Que los peces nadan en saladas corrientes de deseos fugaces y pausados. Que el destino es una noche oscura, lluviosa y devoradora de segundos. Que una imagen es la excusa perfecta para amar sin ser correspondido. Que las pirámides son sueños que hacen que despertemos sudorosos y sedientos.

Pero el desaliento me vence y todo lo que escribo se diluye lentamente en un caos que enmudece; en la vespertina sombra en la que me cobijo cuando el terror y la ansiedad se apodera de una enloquecida sangre que fluye desesperadamente por venas.

domingo, 4 de abril de 2010

Interrogantes.Volumen IV




(Imagen de Abi)



Hay tardes de domingo en que se sabe
que algo está consumándose entre el cálido
alborozo del mundo,
y en las que recostar sobre la hierba
la cabeza no es más que un tibio ensayo
de la muerte. Y está
bien todo entonces, y se ordena todo,
y una firme alegría nos inunda
de abril seguro. Vuelven
las estrellas el rostro hacia nosotros
para la despedida.
Dispone un hueco exacto
la tierra. Se percibe
el pulso azul del mar. "Esto era aquello".
Con esmero el olvido ha principiado
su menuda tarea...

(Antonio Gala-Enemigo íntimo) (joder,joder llevo como un mes con él en mente)




¿Por qué dicen que toda nuestra vida es una larga serie de caídas? ¿Por qué, al escribir, tendemos a lo melancólico, triste e hiriente? ¿Por qué el dolor es tan profundo? ¿Por qué somos tan ciegos? ¿Por qué algunos, además de ciegos, somos miopes? ¿Por qué hay muchos zurdos sordos de la mano izquierda? ¿Por qué llevarse la contraria? ¿Por qué cortarse las venas? ¿Por qué soportar la presión que ejercen los minutos sobre nosotros? ¿Por qué iba a dejarlo? ¿Por qué las palabras que nos tranquilizan sólo habitan en los libros que nunca leeremos? ¿Por qué Roberto Iniesta y no Rosendo Mercado? ¿Por qué quitarse el sombrero? ¿Por qué invadir el terreno que pertenece a la cordura? ¿Por qué sentir y escribir no van tan unidos como creemos? ¿Por qué sentir pudor? ¿Por qué fluir entre las notas de un frío blues? ¿Por qué usar la violencia si tenemos las armas? ¿Por qué el olvido es casi tan cruel como el recuerdo? ¿Por qué ciencias y no letras? ¿Por qué asegurar lo que es cierto? ¿Por qué reír y no llorar de alegría? ¿Por qué cañones y no copas? ¿Por qué desnudar y no desvestir? ¿Por qué jurar sin mentir? ¿Por qué una canción desesperada y no veinte poemas de amor? ¿Por qué hablar si puedes discutir? ¿Por qué tocar el viento? ¿Por qué cantar en la ducha y no cantar en la cama? ¿Por qué el verbo transitivo nos tiene agarrados con sus fuertes zarpas? ¿Por qué cien años de soledad? ¿Por qué en un folio y no en una hoja cuadriculada? ¿Por qué pinchar un globo a dentelladas? ¿Por qué Freud? ¿Por qué sustituir la brutalidad? ¿Por qué cerrar los ojos si con cerrar los párpados nos sobra? ¿Por qué sueño y no vida? ¿Por qué información meteorológica del exterior si la que más pesa es la interna? ¿Por qué lunes y no miércoles? ¿Por qué ser, oír o dar? ¿Por qué acné y no arrugas? ¿Por qué no hay noche sin día? ¿Por qué un postre de reproches? ¿Por qué desprometer las promesas? ¿Por qué puentes y no fronteras?

sábado, 3 de abril de 2010

Empieza por desnudarte

Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)
Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.

(César Vallejo-Poemas humanos)


Ahórrate las prisas de reloj. Juega con fuego entre las cenizas del pasado. Olvida recordarme. Arranca las medias de encaje a la noche. Y, sobre todo, habla con la inconsciencia como única alternativa.

Si quieres hablar conmigo, empieza por desnudarte. Despójate primero del jersey de los prejuicios; continúa luego con la camisa de la resignación y termina quitándote los vaqueros de las mentiras. Con eso me basta.

No quiero que seas un cuerpo más, ni una cabeza, ni tan siquiera unos ojos del montón. No quiero tampoco que me sigas, que me hables o que me mires por complacerme.

Con nuestras bocas exploraremos todos los rincones de la mente. Con nuestro dientes morderemos hasta la última prisión de nuestros sueños. Agotaremos toda sustancia líquida procedente de nuestros órganos.

Hablaremos hasta que el sol picotee el cielo y centelleen sus rayos a lo lejos. Hasta que las aves comiencen un canto podrido de sonar y de latir en el pecho del alba.

Finalmente, cerraremos esa espesa cortina que separa el sueño de la realidad, es decir, los párpados y nos sumiremos en ese tibio destello de oscuridad y silencio que cubre nuestros cuerpos dos veces por semana en el mismo día.

Hablamos de hablar, por supuesto.

jueves, 1 de abril de 2010

Knocking on heaven´s door





Hoy queremos lo que mañana hemos de odiar; corremos hoy en pos de lo que mañana evitaremos; lo que en un momento nos inspira deseo, al día siguiente despierta nuestro temor, y nos estremecemos de la simple posibilidad de que nos ocurra. No podía haber un ejemplo más elocuente que yo. Mi única aflicción consistía en verme privado de toda sociedad humana, solitario, rodeado por el océano inmenso, separado por la humanidad, condenado a una vida de perpetuo silencio. El cielo no me había juzgado digno de estar entre los demás hombres.

(Daniel Defoe-Robinson Crusoe)


Nunca he sabido explicar esas tardes en las que me planteo todo mil y una veces (para variar un rato) y no llego a ninguna conclusión. Son tardes en las que no me gusto, tardes en las que nada me agrada. Leo libros, blogs, canciones y siento que mi forma de escribir es una puta mierda, que nunca voy a llegar al nivel al que me gustaría llegar. Me frustra de manera desmedida. Trato con personas que son infinitamente mejores que yo en todo, me dan mil vueltas y me sacan ocho cabezas.

Me jode sentirme así porque, en el fondo, no me gusta compararme con nadie. Nadie va a vivir mi vida; nadie va a tropezar tantas veces en la escalera de la existencia como yo; nadie va a tener mis ojos. Pero me da igual pensar esto ahora, porque dentro de nada regresará esta angustia que invade mis días. Esta necesidad de comprender cosas que no tienen ni pies ni cabeza me va a terminar matando.

Me he acostumbrado ya al punzante dolor en el pecho, a las continuas y constantes ganas de llorar, a soñar con dormir y no despertar jamás y así librarme de este pesado lastre que llevo colgado en las alas. Esta tristeza me carcome por dentro y me destroza las entrañas.

No sé si todo esto es la consecuencia de tantas batallas perdidas en las que luché hasta derramar la sangre de una derrota que me persigue.No lo sé. Como nunca y como siempre.

Y dicho esto ,me voy. Tengo una cita con la soledad del colchón. Cuando llego tarde se enfada.

martes, 30 de marzo de 2010

Flores en mi entierro

Excepto las de la imaginación
había perdido todas las batallas.
Un domingo sin fútbol nos contó,
vencido, que tiraba la toalla
y nadie lo creyó.
Pero, esta vez, no iba de farol;
al día siguiente se afanó una cuerda
y, en lugar de rezar una oración,
mandó el mundo a la mierda
y de “un palo borracho” se colgó.
Debía “luca y media” de alquiler,
dejó en herencia un verso de Neruda,
un tazón con pestañas de papel
flotando en el café
y una guitarra tísica y viuda.

(Joaquín Sabina-Flores en su entierro)



Hoy es el día perfecto para hacer una serie de "no me gusta" que, por supuesto, continuará.


No me gustan los días grises ( a pesar de lo que escribí el otro día)(ya advertí que soy maestra en el arte de la contradicción). No me gustan las personas que se hacen esperar (principalmente porque nunca me ha gustado esperar). No me gustan los relojes. No me gustan las personas que se piensan que están por encima de ti porque, como es obvio, todos tenemos conocimientos que muchos no tienen. No me gustan las personas que intentan llamar la atención con sus memeces. No me gusta la gente que escribe o pronuncia mi nombre con una hache final. No me gusta el café. No me gustan los folios en blanco. No me gustan los cinco primeros minutos del día. No me gustan los veinte segundos que invertimos todas las mañanas en contemplar completamente absortos a los tubos fluorescentes de la cocina. No me gusta la gente a la que no le gusta Sabina. No me gusta la gente a la que le gusta El Canto del Loco. No me gusta la gente que se mete con los demás por sus defectos físicos, sabiendo que muchos tienen bastante que callar. No me gustan los signos de interrogación. No me gusta la gente que pasa de todo. No me gustan los que callan y ,en el fondo , son unos cabrones (se les ve venir). No me gusta la gente superficial. No me gustan las aglomeraciones. No me gustan los insensibles. No me gustan los que se las dan de listos. No me gustan las conversaciones carentes de sentido. No me gustan las personas a las que nada les ha quitado el sueño. No me gusta la gente que no se tapa la boca cuando tose. Tampoco me gusta la gente que te echa el alientazo cuando se acerca a ti. No me gustan las fronteras. No me gustan los racistas. No me gustan las licencias. No me gusta la gente a la que no le gusta el deporte. No me gustan las personas que critican algo sin haberlo probado. No me gustan los que nunca se arriesgan. No me gustan las amistades que se rompen con el paso del tiempo. No me gustan los enamoradizos. No me gustan los que evitan los problemas en lugar de afrontarlos. No me gusta la gente a la que no el gusta el color azul. No me gusta tampoco la gente que dice que los que vamos casi siempre de negro o de gris somos unos aburridos. No me gusta la calma. No me gusta la gente que no se alegra de los éxitos de los demás. No me gustan las personas bordes. No me gustan los silencios posteriores a los puntos finales.

lunes, 29 de marzo de 2010

¿ Tiempo es una palabra?





De encontrar la ocasión, la confidencia no es entonces cotilleo, una noticia de la que hacer uso, ni es el intercambio de información. Es desnudar el alma hasta escucharse decir lo que quizá ni siquiera uno mismo llegó a pensar nunca y mostrar la soledad de la palabra única. Es recibir la hospitalidad de otro alma tiritando su propia suerte. Cuando ya sólo nos contamos cosas y en ellas no está lo que nos falta, lo que nos conmueve...se acabó la posibilidad de hablar. Buscamos las palabras del otro, las que sólo a su lado brotan. Y si hace falta resultar supuestamente ridículo, o llorar, o mostrarse inconsistente...nada de eso es inadecuado, sino que cobra otra plenitud.

(Ángel Gabilondo-Alguien con quien hablar)


¿Adónde van las palabras de la conversación que no supimos empezar? Sin duda, es una buena pregunta, sobre todo si sabemos contestarla.

Hay momentos en los que necesitamos entablar una conversación con alguien porque necesitamos saber más sobre él, necesitamos que su voz y el significado único de sus palabras invadan nuestros sentidos.
La situación previa a todo esto es algo tensa: las dos personas se mantienen calladas y,mientras tanto, su cabeza busca un tema chorra con el que comenzar a hablar de algo que promete ser el simple preludio de una conversación un poco más profunda. Lo peor de todo no es el tema chorra del que se está hablando, sino el profundo silencio que se hace entre un tema y otro.

Como caso contrario algo que a mí me pasa mucho: trato casi a diario con personas con las que ya no es que quiera, sino que necesito hablar y compartir cosas e historias que ,en el fondo, creo que van a servir para forjar una buena amistad. Lo malo es que no se presenta ni el momento ni el lugar para hacerlo.

Sé que no me conformo con poco. Dicen que tiempo al tiempo. El tiempo (como todo en esta vida) es algo que no nos sobra.

(Escribo esto sabiendo que las palabras que nos duelen de verdad son las que nunca escribimos)