sábado, 8 de mayo de 2010

Bucear en aguas abisales



(¿Cuántas cosas caben en la esquina de una ventana?)



Gracias a mi tozuda decisión existencial
no cabe entre mis planes dar ningún salto mortal,
no gozará las honras funerales mi alma en pena,
no vendrán los gusanos a tirar de la cadena.

(Javier Krahe-Y todo es vanidad)( A pesar de que la cante Rosendo)


Me muerdo los dientes y comienzo a introducirme por recónditos lugares a los que no había llegado todavía. Me sumerjo en esas aguas abisales que esperan impacientes a ser buceadas en todos y cada uno de los recovecos de mi cuerpo. Descubro verdades frías como cuchillos de acero y pesadas como botas de plomo.

Me sorprendo de mi frialdad, de mi malicia y de esos diez tipos de persona que habitan en mí y que, en muchas ocasiones, me hacen perder la cordura y el Norte. No parece importarles demasiado mi continuo y amargo deambular por las calles de una ficción tan real, que ha conseguido que mis ojos hayan sucumbido ya al cansancio producido por esa necesidad tan persistente de abarcar el mundo con seis palabras, cuatro sonrisas y dos brazos extendidos para quien quiera fundirse conmigo en un abrazo eterno y repleto de evocaciones.

Nunca (y espero que podáis perdonarme por ello) he sido capaz de fijarme en las superficialidades de este mundo. No me gusta la forma de las cosas y quizá sea ese uno de mis mayores problemas. Pero como nadie me gana en el noble arte de fingir, finjo continuamente mi percepción de personas y cosas de una manera superficial y listo. Nadie se ha dado cuenta todavía. O eso creo.

He conocido cuatro maneras de vivir y todas ellas se han reducido a una un tanto triste. Gracias a esto, he logrado comprender que todo lo eterno dura un instante y que con cuatro promesas y algún que otro reproche, se puede transformar el mundo en un juego demasiado fuerte como para jugar a pecho descubierto. Nadie me va a negar, a estas alturas de la existencia, que jugar a jugar es bastante divertido. Lo malo viene cuando sueñas con jugar y sufres terrores nocturnos o pesadas pesadillas.

Contemplo mis malintencionadas intenciones desde arriba para que no me salpiquen y llego a la conclusión de que para vivir no se necesita gran cosa. Para morir se necesitan cuatro ilusiones embalsamadas. Para soñar basta con lograr la perfección del silencio. ¿Difícil? Por supuesto.

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