domingo, 23 de mayo de 2010

Desfile de puntos suspensivos





Podemos coger una flor e intentar cambiar el mundo con sus tonalidades. Pintar cuatro realidades sobre un lienzo demasiado blanco para parecerse a nuestra vida, que es un río, que es la mar, que es el morir. Leer hasta altas horas de la madrugada un libro sobre cómo tratar el insomnio y que esas altas horas se conviertan en las más bajas de nuestra vida, que es un río, que es un mar. Embalsamar cuatro rutinarias tristezas con dos brillantes sonrisas, aunque sean insuficientes. Aunque sean insignificantes.

No podemos cambiar las realidades de este mundo desde nuestro escritorio, pero podemos hacer de las ficciones algo mucho más soportable. Podemos pasar de la realidad a la ficción en una décima de segundo, que es una eternidad en comparación con el azul del cielo en situaciones límite. Podemos realizar un viaje hacia el infinito sin desplazarnos un solo milímetro del lugar en que nos encontramos. Podemos empaparnos de la lluvia de nuestras ilusiones hasta hacer de ellas algo racional. Tan racional como para acariciar la irracionalidad con las puntas de nuestros pensamientos.

No podemos abarcarlo todo con nuestros dos brazos, pero podemos intentarlo con nuestros dos ojos (uno en Canarias). No podemos sentir impotencia cuando vemos que no somos capaces de coger todos los libros del mundo y leerlos a la vez. Aunque esto haga que nos demos cuenta de lo pequeños que somos en comparación con las líneas de nuestras manos. O con las líneas de nuestros parpadeos. O con las líneas de los propios libros.

Podemos cantar hasta rozar la afonía y bailar hasta rozar el olvido. Podemos fijarnos en cuatro detalles y hacer que se conviertan en otros ocho carentes de sentido. Podemos decir que nuestra vida es un desfile de puntos suspensivos. Todo esto podemos hacerlo hasta que llega el punto final y el desfile de puntos suspensivos se convierte en un desfile de recuerdos en pañales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario