lunes, 8 de marzo de 2010
Un ángel menos dos alas
Hoy toca explicar lo del poema del otro día:
Resulta que descubrí al autor gracias -una vez más- a Don Joaquín Sabina. En su último disco "Vinagre y rosas" aparece una canción en la que describe a un hombre como "un ángel menos dos alas, un santo por lo civil, un dandy con un ojo a la funerala" (no os lo voy a poner entero, mejor escuchadla).
El caso es que quise saber quién era el hombre del que hablaba, pero con la cabeza que tengo (más para unas cosas que para otras, todo hay que decirlo) se me olvidó apuntarlo y...no me acordé de buscarlo. Aunque poco importó ,ya que en Diciembre del ya pasado año apareció (nuevamente) Sabina en portada de la revista Rolling Stone (número que, por cierto dirigía él y,por tanto, estaba hecho a su antojo ;lo recomiendo a todo el que le siga) diciendo que Ángel González es (fue) un poeta perteneciente a la generación que más le ha influido (la del 50) y alguna cosilla más que no voy a escribir para no alargarme. Ese día ya me dije que tenía que leer algo de él , así que me fui a la biblioteca y cogí su antología poética (Cátedra).
Me ha llamado la atención su ironía, su forma tan realista de describir cosas, su visceralidad al hacerlo y su manera de hablar de amor sin mariconadas (como pocos saben hacerlo).
He aquí el poema del que hablaba el otro día :
"El campo de batalla"
Hoy voy a describir el campo
de batalla
tal como yo lo vi, una vez decidida
la suerte de los hombres que lucharon
muchos hasta morir,
otros
hasta seguir viviendo todavía.
No hubo elección:
murió quien pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
era verano, invierno, todo un año
o más quizá, era la vida
entera
aquel enorme día de combate.
Por el Oeste el viento traía sangre,
por el Este la tierra era ceniza,
el Norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el Sur,
tan sólo
el Sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.
Pero el Sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban su oquedad, su hondo vacío:
el Sur era un inmenso precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.
Nadie escuchó la voz del capitán
porque tampoco el capitán hablaba.
Nadie enterró a los muertos.
Nadie dijo:
"dale a mi novia esto si la encuentras
un día"
Tan sólo alguien remató a un caballo
que, con el vientre abierto,
agonizante,
llenaba con su espanto el aire en sombra:
el aire que la noche amenazaba.
Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.
Algunos se murieron,
como dije,
y ,los demás, tendidos, derribados,
pegados a la tierra en paz al fin,
esperan
ya no sé qué
-quizá que alguien les diga:
"amigos, podéis iros, el combate..."
Entre tanto,
es verano otra vez,
y crece el trigo
en el que fue ancho campo de batalla.
Y otro :
"Ya nada ahora"
Largo es el arte; la vida en cambio corta
como un cuchillo
Pero nada ya ahora
—ni siquiera la muerte, por su parte
inmensa—
podrá evitarlo:
exento, libre,
como la niebla que al romper el día
los hondos valles del invierno exhalan,
creciente en un espacio sin fronteras,
este amor ya sin mí te amará siempre.
Yo, mientras tanto ,aquí sigo: entre la cirrosis y las sobredosis de las palabras de González y de Sabina.
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Por supuesto, no lo conocía. Pinta bien. A ver si algún día me acuerdo de leer algo más de él. Gracias por el descubrimiento.
ResponderEliminarÁngel González es uno de los más grandes. Para darte envidia, un día te enseñaré un libro suyo dedicado, que dice "Para mi amigo Raúl". Escribí una entrada sobre él hace tiempo, con motivo de su muerte.
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