domingo, 28 de marzo de 2010
Serenos paisajes y atardeceres locos
(Imagen de Raúl)
Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte que es su pobre dueño
la voluntad suspende su latido
y yo me siento lejos, tan pequeño
que a Dios invoco, pero no le pido
nada, con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido
por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?
Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.
No me lo digan cuando me despierte.
(Mario Benedetti-Hasta mañana)
El viento fluye y acaricia tibiamente al cielo que recorre palmo a palmo cada rincón de la tierra. Las bonitas aves dibujan trazos de existencia e insisten en cantarle una canción de amor a la pesada primavera. Mientras tanto, la madrugada se presenta ojerosa y pálida ante el suave ulular de la noche.
El frío llanto del mar humedece nuestra piel con su calma y los peces nadan hábiles entre las corrientes de nuestra boca. Las nubes son lugares para yacer enterrados. La epidermis de las estrellas devora paisajes ennegrecidos por la eterna presencia de una cálida luna que nos arrulla en lo más profundo de sí. Los horizontes que avistan nuestros ojos enternecen todos y cada uno de los pensamientos que habitan en un continuo vaivén de sábanas y paisajes.
El infame amanecer amenaza con regresar de su efímero viaje hacia el abismo de la oscuridad intensa. La hierba es un lugar para palpar a las diminutas hormigas que caminan incesantemente hacia enormes bosques de arena y es, también, un sitio en el que recostar la cabeza cuando nada nos importa poco.
Al fin y al cabo, los paisajes son fotografías mutiladas en las que nos sumergimos cuando nada nos importa nada.
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