viernes, 23 de abril de 2010
Sábanas, recuerdos e incertidumbres
Sueño. Sueño que floto sobre la superficie de mi propia vida: viéndola pasar, observándola. Soy un intruso que mira.
Míralos, pueden reírse y jugar; les resulta muy fácil. Yo no soy como ellos y algunas veces puedo ser un verdadero monstruo. Pero hoy sólo soy un monstruo marino.
(2º capítulo de la primera temporada de Dexter)
Me viene hoy la más pura imagen de mi infancia. Recuerdo.
Recuerdo el ligero olor a tierra húmeda de las tiernas tardes de lluvia y la cálida luz de un sol que acariciaba jardines de sábanas blancas recién lavadas. Recuerdo esa ignorancia del decadente mundo que ,ante mis ojos, giraba en torno a un eje derrotado. Recuerdo el tedio en las largas tardes . Recuerdo la linterna y el libro debajo de las sábanas y el descubrimiento de unas realidades incompletas. Recuerdo mis sonrisas más sinceras y la incertidumbre como arma y como escudo. Recuerdo esa ira procedente de un carácter difícil que todavía perdura. Recuerdo oscuridad y dolor en todos los rincones de mi casa y de mi familia. Recuerdo las tibias notas de "Las cuatro estaciones" de Vivaldi ( a las que todavía recurro cuando siento la necesidad) fluyendo por mi caótica cabeza y creando paisajes de prados verdes y primaveras eternas. Recuerdo los dientes de leche bebidos a grandes tragos. Recuerdo la inocencia perdida a base de tortas. Recuerdo un cabello más rubio que el sol en verano y que la cerveza que se extiende -imposible- por los campos. Recuerdo una inteligencia poderosa derrochada en insignificancias. Recuerdo unas vacaciones en un lugar con costa en el que el único despertador era el canto de las gaviotas y en el que el mar era una masa de mentiras saladas. Recuerdo la voz, las palabras mágicas, la sensibilidad y los pájaros de barro de Manolo García sonando persistentemente de fondo. Recuerdo la necesidad de calor procedente de unos brazos que nunca me prestaron ni la más mínima atención. Recuerdo los sueños rotos y las ilusiones perdidas. Recuerdo que el tiempo transcurría lento ante mis cansados ojos.
Sin embargo, no recuerdo el momento justo en el que dejé de jugar con muñecas y empecé a jugar con reflexiones en voz alta. No recuerdo el día en el que empecé a disfrutar del silencio. No recuerdo el minuto en el que empecé a sentir cosas demasiado profundas como para comprenderlas. No recuerdo un calendario en el que las hojas no fueran de usar y tirar. No recuerdo el momento en el que, de tanto escapar de la realidad, caí en un profundo abismo de desengaño. No recuerdo el día en el que me dejaron de gustar los espejos. Tampoco sé si alguna vez me gustaron. No recuerdo unas Navidades felices. No recuerdo la calma. No recuerdo las dimensiones de mis proyectos. No lo recuerdo.
Quizá la única manera de seguir es no recordando. Quizá se nos olviden las cosas importantes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Olvidamos a proposito, para poder avanzar,con los brazos colgando, portando maletas repletas de vacio. Flanqueados por cunetas a ambos lados y un nubarrón al fondo.
ResponderEliminar