lunes, 22 de febrero de 2010
El mar. Siempre solo. Siempre azul.
(La niña de la foto no soy yo, pero casi)
Y si fuera
mi vida una escalera
me la he pasado entera
buscando el siguiente escalón,
convencido
que estás en el tejado
esperando a ver si llego yo.
[...]
Sus soldados
son flores de madera
y mi ejército no tiene
bandera, es sólo un corazón
condenado
a vivir entre maleza
sembrando flores de algodón.
Si me espera
la muerte traicionera
y antes de repartirme
del todo, me veo en un cajón,
que me entierren
con la picha por fuera
pa´que se la coma un ratón.
(Extremoduro-La vereda de la puerta de atrás)
Era una noche de frío invierno. Eran el mar y las nubes en un conjunto único, irrepetible. Las olas se movían como con rabia. Al fondo había un velero. El viento pasaba de largo.Yo andaba sola y perdida por la arena. El mar -una vez más- estaba solo también. Me senté en la arena de cara al mar y me puse a contemplar el paisaje. El agua era tan clara como oscuros eran mis ojos. Me levanté,caminé hacia la orilla y mojé mis pies. Vi un pequeño pez que se había quedado varado en la arena y que respiraba dificultosamente. Lo cogí con cuidado y lo devolví al agua. En ese momento pensé en que los recuerdos son siempre como ese pez: respiran dificultosamente. Me volví sobre mis pies y caminé hacia el lugar en el que había estado sentada antes. Di (despacio) una vuelta de trescientos sesenta grados. Seguí contemplando el mar, pero esta vez de pie. Me agaché y cogí un puñado de arena. En ese instante pensé en el tiempo que pasa a nuestro lado para no regresar jamás. Fui al mar otra vez y me metí entera, con ropa. Salí tiritando. Me senté otra vez sobre la arena con la ropa aún empapada. Los granos de arena se me pegaron al cuerpo como por arte de magia. Miré hacia el cielo e intenté comparar el cuadro de azules que allí se presentaba: el mar era de un azul grisáceo, el cielo (a pesar de que era de noche) era de un azul pálido, mis verdes ojos de un azul intenso y mi vida de un azul marino. Me volví a levantar, bajé mi mirada hacia el suelo y pude ver mis pies medio enterrados en la arena, fue entonces cuando me di cuenta de que esto no podía ser un sueño :era la aterradora realidad. No era un sueño, pero lo parecía.
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No he sido capaz de imaginarlo de noche. Era invierno, pero no he logrado apagar el sol.Tampoco he visto nada aterrador, al revés tu relato me ha sosegado.
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